“El fin de la instrucción no es que los
hombres admiren sin más una legislación ya hecha,
sino capacitarles para enjuiciarla y
corregirla. No se trata de someter a cada
generación a las opiniones y voluntad de
la generación anterior, sino de instruirlas cada vez más, con el fin de que
cada uno se haga cada vez más digno de gobernarse con su propia razón”
Condorcet, Cinco
memorias sobre la instrucción pública
No es la primera vez que, cuando la comunidad educativa se
demuestra públicamente más organizada para exigir medidas como derogar la LOMCE,
para acabar con la financiación de la escuela privada-concertada, para proteger
la escuela pública, entre otras cuestiones urgentes, nos sale el gobierno de
turno con medidas de carácter “estético y para todos los públicos” que
pretenden diluir la crítica. La última medida de este tipo, por parte del
recién estrenado gobierno europeísta y progresista de Pedro Sánchez, viene a expresar,
por enésima vez, la necesidad de mejorar la educación con la inclusión de una
materia de civismo y valores. Valores
cívicos como receta para curar todos los problemas de la escuela.
Una vez más, puesto que viene de lejos lo de implantar
materias como la Educación para la
ciudadanía o Valores éticos, se
pretende, más allá de matices ideológicos en el contenido, “mejorar” la
sociedad, encomendando a la escuela la responsabilidad de enseñar la moralidad que
debería llevar al ejercicio de lo que cada gobierno, bajo el paraguas de
Europa, considera que es la “ciudadanía responsable”.
Desde las Mareas por
la Educación Pública llevamos tiempo advirtiendo de que este tipo de medidas
no constituyen más que el ejercicio de la más pura y cada vez menos convincente
demagogia oportunista. La sociedad, y no digamos ya la escuela pública, está hastiada
de respuestas tibias a la exigencia de cambios reales que tienen que ver con
cuestiones tan específicas como la remisión de los recortes del último gobierno
Rajoy.
En este sentido, hemos advertido que, en relación a lo
“legal y estructural”, cualquier medida educativa que se enmarque en la misma
normativa que ampara a la LOMCE, fundamentalmente, pero no sólo, en la Estrategia Europea de Educación y Formación
2020, será simplemente una renovación o puesta en limpio de lo mismo. Y el
Ministerio de Educación no ha cuestionado esta política educativa, ni por
equivocación, en lo que llevamos de “cambio”.
De hecho, el gobierno de Pedro Sánchez, por boca de su
Ministra de Educación, está empezando a dar claras muestras de que lo único que
podemos esperar es una serie de parches estéticos de carácter pretendidamente
“progresista” de cara a la galería.
Retoques como que la religión no sea puntuable pero siga presente
en la escuela o una asignatura que haga buenos ciudadanos europeos como Valores Cívicos, no solucionan los
problemas estructurales de nuestra educación que, efectivamente, también tienen
que ver con la religión, pero porque no se deroga de una vez por todas el
Concordato; o con la formación en condiciones de igualdad de los ciudadanos,
porque se mantiene la doble red de escuelas y además se glorifica la escuela
privada-concertada (solo hay que escuchar las declaraciones de la Ministra en
relación a la escuela privada-concertada y el famoso vídeo del Ministro de
Ciencia Pedro Duque alabándola).
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En relación,
específicamente, a la futura materia de Valores
Cívicos, queremos advertir de que:
- Es una nueva vuelta de tuerca progresista en materia de ciudadanía: el acondicionamiento de las conciencias a una determinada manera de ser “ciudadano” en clave europea, cosmopolita, emprendedor, cívico, tolerante en el respeto a las leyes de la Unión Europea, reconocedor de los principios benefactores de la globalización, de la movilidad y de la flexibilidad laboral.
- Es, por lo tanto, una nueva versión de la Educación para la ciudadanía del Gobierno Zapatero, de la que se puede decir que era adoctrinadora o, al menos, reproductora de los valores de una Europa que pueden ser (la realidad, en materia de inmigración, por ejemplo, lo demuestra) como mínimo cuestionables. Los Valores éticos del PP, espíritu patriota aparte, incidían en el mismo planteamiento.
- Si de lo que se trata es de dignificar la actual materia de Valores éticos, optativa a la religión, por aquello de que la nueva materia va a ser obligatoria, dejemos claras algunas cosas:
- Efectivamente, oponer la ética a la religión es una aberración. Sin embargo, el problema es que la religión no debería tener lugar en la escuela pública y que la formación ética requiere una formación completa del juicio que no se produce por repetición de valores durante una o dos horas semanales (los profesores de la materia no cesan de expresar su impotencia al respecto).
- Si lo que se quiere es formar en valores a todos los alumnos, empecemos a cuestionar este mismo planteamiento: retomando la cita de Condorcet con la que comienza este escrito, es la transmisión cultural, del conocimiento, de las materias, lo que forma la conciencia crítica, no la impartición de un determinado código de forma acrítica; no un decálogo europeo de formas admisibles de pensamiento y comportamiento que determinan qué es ser cívico y qué no.
- Si, en cualquier caso, se pretende hablar de democracia, libertad e igualdad; de una crítica a las estructuras heteropatriarcales, de ecología, etc., difícilmente se podrá hacer esto cuando las estructuras sociopolíticas imposibilitan (salvo, volvemos a decir, que solo estemos hablando de parches estéticos) la reflexión y el cambio. ¿De verdad la escuela tiene la posibilidad, a través de una materia de Valores Cívicos, de educar para enmendar lo que un Código Penal resuelve legal e injustamente en casos de abusos sexuales, de machismo estructural? ¿En serio puede luchar la escuela educando en valores contra la política migratoria de la Unión Europea? ¿Podemos enseñar Valores Cívicos que cuestionen la tauromaquia y el maltrato animal? ¿Y la corrupción? ¿Y el mal uso de las redes?
¿Pretende
la Ministra de Educación remediar todo esto a través de una materia como Valores Cívicos? La sociedad y su
capacidad crítica (y nuestros alumnos y alumnas, por cierto) no paran de dar
muestras en los casos antes citados y en muchos más de que los cambios deben
ser estructurales, de que no se necesita educar en valores sino reformar los
valores de las instituciones pretendidamente democráticas e igualitarias de
nuestro país. Pretender que la inclusión, con el nombre que sea, de una materia
sobre civismo, vaya a solucionar los problemas estructurales relativos a la
igualdad de género, a la desigualdad económica y al racismo, no es más que
mirar para otro lado y volver a encomendar a la escuela una labor que no debe, por
ética (curiosamente), realizar: formar un determinado tipo de ciudadanía.
Una cosa distinta sería que el Ministerio de Educación se
hubiera planteado fomentar el espíritu crítico y la cultura, valores que suelen
ser la base más razonable para el ejercicio de una ciudadanía comprometida y
responsable, no condescendiente con las instituciones sino formada para vigilar
su funcionamiento democrático. Para esto, aunque sea una labor hercúlea, no hay
que introducir una materia de valores cívicos, sino que hay que dignificar
otras materias.
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En definitiva, introducir una materia de valores cívicos
fomentando y financiando al mismo tiempo la desigualdad mediante la protección
de la privada- concertada y de los acuerdos con el Vaticano; sin aumentar el
presupuesto de la escuela pública; sin la reducción de la ratio; promoviendo el
bilingüismo y el bachillerato de excelencia, por mencionar algunas denuncias “clásicas”
de las Mareas, no es más que el ejercicio “con talante” de la pura hipocresía.
Es pretender enseñar civismo y no ejercerlo desde las
instituciones, y la sociedad, insistimos, ya no tiene tragaderas para este tipo
de ejercicios de equilibrismo de política educativa.
Si lo que tiene en mente este gobierno son cambios meramente
estéticos en educación para mantener el status quo, está calibrando muy mal a
la comunidad educativa. Las Mareas nunca han colaborado con propuestas tibias y
palmadas en la espalda de autoridades paternalistas. Como siempre, se
posicionarán en contra de planteamientos que no conducen a ninguna parte o que
pretenden mantener a la escuela pública en la precariedad y la educación de
este país en manos de intereses espurios.
6 de julio de 2018
Por
una escuela pública de, para y con todas y todos, siempre en lucha,
Mareas
por la Educación Pública
Puedes descargar el comunicado en este enlace.
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